Querido H.:

Probablemente serás uno más de los que me he enamorado sin ser correspondida. Yo no soy tu princesa azul, evidentemente, pues mis besos no despiertan tu corazón muerto o dormido. Ha sido un año maravilloso. Lo recordaré siempre. Vos eras para mí un oasis en el desierto. Recuerdo los días que hemos pasado juntos. He sido tan feliz: Valle Verde, Los Arrojos, La Pampa, Pelotones, La playa del ahorcado… quedarán grabados para siempre en mi memoria. Sobre todo aquella tarde en la playa fue para mí el cenit de mi existencia. Sentí fundirse el mundo completamente reconciliado con mi entero ser. Será posible que para vos pasase desapercibido. No lo sé. Hay tantas cosas de vos que no sé… Ahora lamento no haber sido más incisiva en tu vida. Mi pasión no ha sido todo lo fuerte que debiera. Ese corazón enquistado que llevas dentro y no muestras a nadie es también mi fracaso. Tampoco yo he sabido llegar a él. La dificultad no debiera desanimarme pues te amo por encima de todas las cosas. Sin embargo me fallan las fuerzas, siento que es una labor de titanes. Y este amor que siento por vos no debe negarme a mí misma. Así es ahora. Ya no puedo seguir, pues no puedo, no debo, dejar de quererme a mí misma. Lamento tanto no tener más energías para seguir intentándolo. A veces pienso que te vas a perder para siempre en tu soledad inconquistable y otras me consuela al menos pensar que simplemente no ha llegado la persona que toque en lo profundo de ese abismo tuyo y salgas sin darte cuenta apenas. Otras veces pienso que quizás esa persona ya pasó y la perdiste para siempre. Si es así, debes reaccionar. No mueras. Eres demasiado joven todavía. Debes sobreponerte a tu dolor y cicatrizar las heridas. Yo también lo haré contigo. Si al final desapareces de mi vida tendré que continuar viviendo. Te llevaré siempre dentro… Esta noche he llorado mucho. El gato vino a mi lado y me miraba inquisitivo. Me consoló sentirle cerca. Él no entiende nada pero algo me dice que no quiere verme así. Luego se alejó suavemente, como respetando mi dolor, como sabiendo que lo tengo que pasar, que es necesario este sufrimiento, este duelo. Esta mañana me he quedado en la cama. No tengo fuerzas para levantarme y estoy llorando también. Me gustaría inundarlo todo de lágrimas, que mi dolor llegue hasta el mar como un río caudaloso que arramble con todo y pase de una vez. Sólo las lágrimas harán que cicatrice. Las lágrimas y el tiempo.

Siempre tuya,
Celia Oquendo

al mendigo