Tic, tac, tic, tac.
Las manillas del reloj se han echado a andar fuera de la esfera, hartas de que pase el tiempo sin que las haga caso.
Ya está bien, Raquel, me han reprochado.
Y de un salto han descendido por los dedos de mi mano izquierda, como de un tobogán, hasta el reposa brazos del sofá.
Han tenido demasiada paciencia.
Nos creímos tus mentiras: hoy va a ser el día, hoy lo hago, de hoy no pasa.
Patrañas, no eran más que patrañas. Nos vamos al reloj de otro humano que sepa usar el tiempo mejor que tú.