Está ya en mis zapatos floreciendo
la corona de espinas de mi muerte,
el hollín de los sueños ya me ciega
y el nocturno infinito me rodea.
En su molde de horrores y pasiones
crece la mala hierba, vieja arpía
que desde el lacrimal pantano
tiende su matriarcal regazo.
Ya caballero exangüe me imagino
en este cementerio de lectores
y con la monocorde oración de la cigarra
y el negro luto de grillo me conformo.